Este instrumentos llamado bongó es un membranófono de golpe directo conformado por un juego de dos cuerpos de madera ligeramente troncocónicos, uno más pequeño que el otro, unidos por un listón de madera. Sus bocas superiores -las de diámetro mayor- están cubiertas por cuero sin pelo que se tensiona con un anillo de metal a través de llaves metálicas. El intérprete -bongosero- lo percute con las manos, para lo cual lo coloca entre sus rodillas, de sentado, ubicando el parche más agudo a su izquierda. Según la clasificación decimal de los instrumentos musicales de Hornbostel y Sanchs (Vega 1989), le corresponde el número 211.211.12-9221. Los bongós (singular: bongó) son, a decir de Fernando Ortiz —el etnógrafo e historiador cubano— “la más valiosa síntesis en la evolución de los tambores gemelos lograda por la música afrocubana”. Su origen se remonta a la zona oriental de Cuba que conjuntamente con el desarrollo del son, alcanza su forma definitiva y mayor esplendor al llegar a La Habana a partir de 1909.
La función musical principal del bongó es la de crear un acompañamiento rítmico complejo, que da gran estabilidad a la música donde se emplea. Esto ha permitido el nacimiento de patrones o esquemas rítmicos específicos para este instrumento. De estos patrones el más conocido y difundido es el conocido como “toque martillo” que ofrece una secuencia de ocho sonidos colocados en alturas y timbres diferentes.